Aunque duela admitirlo, una mascota, es en esta sociedad consumista, un artículo más, con su mercadotecnia, sus modas, y requisitos. Todos adoramos un cachorro que cabe en nuestra palma. Pero cuando el pichicho toma un tamaño respetable, y manifiesta sus sentimientos propios, y necesidades, ya no es tan divertido. El trabajo es mucho, y el perrito ya no se parece al de peluche que vimos en la juguetería.
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Las grandes ciudades, cuentan con infinidad de tiendas de mascotas, donde se puede comprar, desde ropa en todos los estilos, accesorios, alimento, hasta el propio perro, del tamaño y color que queramos. A esto le sumamos los servicios, peluquería, veterinaria, adiestramiento, recreación, hospedaje, psicólogo, y quien sabe qué, más. Estos servicios no apuntan a cubrir las necesidades de las mascotas, sino a la vanidad humana. Los perros no son más felices cuando están vestidos como sus amos, ni cuando concurren a terapia. Ellos sólo necesitan que se les preste un poco de atención, unas cuantas caricias y una alimentación adecuada. Si a esto agregamos, desparasitación, vacunación y aseo, tendremos a los seres más felices y agradecidos.
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Adoptar una mascota, no es como comprar un sweater nuevo, es la incorporación de un nuevo miembro a la familia, y debe afrontarse con responsabilidad y cuidado. Hay que considerar las responsabilidades que conlleva, y los trabajos, sin olvidarnos de los gastos. Si no podemos con el trabajo, es mejor abstenerse, y así evitar ser los responsables de que otro perrito pase a habitar en las calles.
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